miércoles, 27 de abril de 2016

El poeta Halley.

Acojo en mi hogar palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera. Examino cada jaula y allí, narrando vocales y consonantes encuentro a sucios verbos que lloran después de ser abandonados por un sujeto que un día fue su amo y de tan creído que era prescindió del predicado.
Esta misma semana han encontrado a un par de adjetivos trastornados, a tres adverbios muertos de frío y a otros tanto de la raza pronombre que sueñan en sus jaulas con ser la sombra de un niño.
Se llama entonces a las palabras que llevan más días abandonadas y me las llevo a casa, las vacuno de la rabia y las peino a mi manera como si fueran hijas únicas; porque en verdad todas son únicas.
Acto seguido y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones les doy un beso de tinta y les digo que si quieres ganarte el respeto nunca hay que olvidarse los acentos en el patio.
A veces les pongo a mis palabras diéresis de colores imitando diademas y yo sólo observo como juegan en el patio de un poema.
Casi siempre te abandonan demasiado pronto y las escuchas en bocas ajenas, y te alegras, y te enojas contigo mismo como con todo lo que amamos con cierto egoísmo.
Y uno se queda en casa, inerte y algo vacío, acariciando aquel vocablo mudo llamado silencio, siempre fiel, siempre contigo.
Pero todo es ley de vida.
Como un día me dijo el poeta Halley: si las palabras se atraen, que se unan entre ellas y a brillar, que son dos sílabas.

viernes, 25 de marzo de 2016

Porque nos obligaron.

"Porque, desde pequeñitas, nos pusieron coronas, vestidos de tul, ropa que no nos dejaba jugar, porque no la podíamos manchar. Nos dijeron “qué niña más guapa” tantas veces, que nos creímos que era lo que importaba. Y nos chutaron dosis diarias de príncipe azul, y así nos hicimos yonkies del amor, y aprendimos a necesitarlo para vivir. Las princesas son guapas, están asustadas y se enamoran del primero que las salva. Y del segundo, y del tercero. Y esperan, encerradas en su torre, sin hacer nada para escapar de ella. 
Y nosotras aprendimos a ser como ellas. Aprendimos a obligarnos a ser guapas, que significa fracasar eternamente en intentar parecerles guapas a los demás. Aprendimos a esperar a que el príncipe azul nos solucionara la vida, que significa construir nuestra existencia en torno a la idea de conseguir y mantener una pareja, y a sólo así sentirnos completas. Aprendimos que estas dos cosas eran una pelea, que significa sentirnos amenazadas por todas las mujeres que nos rodean, no vaya a ser que sean más guapas, o que su torre le pille al príncipe más cerca. Aprendimos a querernos poco, y sólo a costa de lo que nos quisieran otros.
Quedaos con mis vestidos de tul, mi príncipe azul, mi espejo y mi corona. Quedaos con mis complejos, mis miedos, mis vacíos y mis celos. Quedaos con todo eso que me habéis impuesto, que no lo quiero. Porque necesito sitio para las botas, los libros, los cuchillos, los vasos y los ceniceros. Para los bolis, las fotos, los bocadillos y mis cuentos. Para los condones, la bici, los pinceles y los baberos. Para las cazuelas, los periódicos, el martillo, los clavos y los ligueros. Para bailar, correr, descansar y tirarme en la hierba a ver pasar el cielo. Para mis sueños, mis desastres y mis deseos. Para fracasar y empezar otra vez con mis proyectos. Para mis amigas, mis ligues, mis mujeres admiradas y mis 'no quiero'. Para mi vida, al margen de lo que me aprendieron. 
Quedaos con mi reino. Que a mí me hace falta sitio para el mundo entero."

lunes, 11 de enero de 2016

2016

No esperes que el 2016 sea bueno, es que no se trata del año ni del tiempo, se trata de tí, de como enfrentas la vida, de como las tristezas las conviertes en alegrías, el caos en paz, odio en amor. Cambia tú y cambiará tu mundo.

Jorge Arévalo.