domingo, 20 de enero de 2013

Desconecta el cerebro.

Hay días en los que te levantas y lo único que quieres hacer es encerrarte en tu habitación, meterte otra vez en la cama y llorar. Llorar hasta que no quede ni una puta lágrima en tus ojos. 
No hay ninguna explicación para que sientas todo esto de golpe, pero es lo que hay. 
De vez en cuando nuestro cerebro decide desconectarse y dejar que nuestro corazón saque a la luz lo más profundo de nuestro ser. O al menos eso es lo que creo yo.

Madrid matutino.

Abro los ojos y veo que el sol entra por la ventana. No sé qué hora es, tampoco es que me importe mucho. Me giro y le veo ahí, durmiendo como el angelito que no es, desnudo. Tiene arañazos en la espalda... la noche de ayer fue demasiado excitante. Le acaricio las marcas causadas por mis uñas y le beso el cuello. Se despierta y nos miramos a los ojos. Dios, qué ojos verdes... Me da los buenos días con un tierno beso en los labios.

Me levanto, aún desnuda, y me voy al baño a ducharme. Cierro la puerta y me miro al espejo. Madre mía, que pelos... no sé cómo no le he asustado y ha huido. Me meto en la ducha y abro el grifo, dejando que las gotas recorran todo mi cuerpo. Oigo la puerta y saco la cabeza por un lado de la cortina. Le veo ahí... y sigue desnudo, dios. Me mira con sonrisa picarona y se mete en la ducha conmigo. Al principio me da vergüenza, ¿pero qué vergüenza me puede quedar después de todo lo que hemos hecho?

Me coge por detrás y me besa el cuello y los hombros mientras me caricia la tripa y los pechos. Me doy la vuelta y nos besamos, con pasión pero sin pasarnos. Dicen que los besos bajo la lluvia son los mejores, ¿no? Pues se equivocan, los mejores besos son los que se dan bajo el agua de la ducha. Seguimos con besos, caricias, mordisquitos... pero preferimos salir de la ducha.

Cuando entramos en la habitación me tropiezo (muy típico de mi) y me caigo al suelo, dónde aún está la ropa tirada de ayer. Me tiende la mano mientras se ríe para ayudarme a que me levante, pero le empujo hacia mí y cae encima. Aún estamos mojados por la ducha, pero pronto nos secamos... la temperatura de nuestros cuerpos está empezando a subir demasiado. Cruzo mis piernas alrededor de su cuerpo para que no se escape, acercándole mucho a mí. Acercándole tanto que casi parecemos uno.

Seguimos con nuestro juego ahí, en el suelo. No podemos parar de besarnos, es algo superior a nosotros. Noto como su pene va endureciéndose por segundos, es hora de pasar a la acción. Parece que él también se ha dado cuenta y coge un preservativo de su pantalón vaquero, que está tirado en el suelo junto a nosotros. Le sujeto la mano para que no se lo ponga todavía. Bajo mi mano hasta su entrepierna y empiezo a hacerle una paja, dicho bastamente. Me encanta su cara de placer, me pone perra, demasiado perra. Su respiración se acelera, y junto a ella, mi mano. Me dice que pare, pero no le hago caso y me pongo encima de él, haciendo que me penetre. Se nota en su cara que no se lo esperaba, pero me da igual, yo sigo a lo mío. Se corre, lo noto.

Me dice con su mirada que lo siente, yo le respondo mordiéndome el labio, muy cachonda. Necesito sexo. Necesito que ÉL me dé sexo. Me pone de una manera que no es ni medio normal. Me tumbo en la cama y le digo con el dedo que venga. Me hace caso y se acerca, despacito, mirándome con deseo. Jamás me había sentido tan deseada como en este momento. Se sube a la cama y salta hasta mí. Me la mete con decisión, muy fuerte. Se mueve y yo le sigo. Se acerca y me besa el cuello. Yo gimo en su oído, cosa que se nota que le pone bastante. Me gusta. Cada vez nos movemos más deprisa, al ritmo de nuestros latidos. Disfruto como nunca, el paraíso está entre sus piernas, de eso estoy segura. Nos corremos a la vez, entre gemidos y gritos. Le beso una vez más y se tumba a mi lado. 

No te preocupes, hasta Barbie esta fea sin arreglar.