domingo, 16 de noviembre de 2014

La osadia del miedo.

He tenido el infierno a mi lado
 y su suspiro de hielos aún gotea en la bañera. 
La he ido llenando de sal para que todos creyeran 
que era de lágrimas.
 Y he dejado reposar la mentira como si fuese un naufragio, 
como un dolor que al menos yo podría controlar.
No es casual que el triste de una mirada 
reluzca como el olvido 
y es absurdo intentar justificar el deseo
 en recaídas.
 Todos, siempre, tenemos más miedo de los daños
que ilusión por la vida.
Y lo entiendo.
Pero he limpiado la ceniza 
y he abierto las ventanas y cerrado el sumidero 
y he comprado bombillas, libros, hachís
 y cerveza.
Y he añadido nuevas canciones al playlist.
Verme a mí mismo sonreír 
como una puta revolución, pero por dentro,
 y a mi lado el deseo y su ramo de dudas entre los gusanos
 por si los muertos no asustan.
No sé si me entiendes, pero yo sí. 
A veces me cuesta tanto explicarme.
Y ahora parecemos incómodos en nuestras canoas, 
como si se nos mojaran los pies
 o no quisiéramos seguir remando.
Como si quisiéramos estirar un poco las piernas.
He tenido que separar sentimientos, diferenciarlos,
 darles una estructura, concederles el derecho a réplica
 y dictar una sentencia con fórmula de pregunta,
 de callejón sin salida,
 de gol sin red.
Es decir: he tenido que enhebrar el desorden
 en que sobrevivo 
juzgando a cada miedo por su osadía.
Y sonrío, al fin
 sonrío.
 Tranquilo como un charco que ya nadie pisa 
y todos bordean.
 Pero hirviendo por dentro, como si pudiera evaporarme
 con sólo escribirlo.
Me voy a desnudar y a meterme en la cama.
 La puerta está cerrada, pero dejo la ventana abierta.
 Solo tú podrías entrar.
Hay cerveza en la nevera, hachís encima de la mesilla 
y poesías por todas partes.
 Te espero soñando. 
No me despiertes si no es para follarme.
Un beso.
 O mejor varios.
-Escandar Algeet.

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