jueves, 23 de enero de 2014

180 grados.

Cuando eres adolescente crees haber encontrado al amor de tu vida, ese con quien aprendes a besar, aprendes a querer, a valorar, a reír, a llorar, aprendes a amar, aprendes tantas cosas, pero lo malo es cuando tienes que aprender a olvidar. Todo iba bien y de pronto por una u otra razón tu corazón está roto en pedazos, tienes dieciséis y ya conoces el dolor, la decepción, la desilusión. Lo que creíste que iba a ser la mejor etapa de tu vida se convierte en un tormento, a esa persona que amaste, ahora crees odiarla. ¿Qué ha pasado? Las mariposas se volvieron dolor de estómago, las sonrisas se vuelven lágrimas y los mensajes de buenas noches se convierten en insomnio. No estás sola, pero no ves a nadie contigo, a la única persona que quieres ahí, se ha ido, ya no está y no va a volver, te aferras a él y estás tan cegada que no te das cuenta que de nada va a servir. Pasan los días, los meses, y ahora ya eres capaz de fingir una sonrisa, de hacer como si nada pasara, pero sabes que en cuanto estés sola los recuerdos van a bombardearte y vas a terminar sin fuerzas, llorando en tu cama abrazando el peluche que aún tiene su olor, contemplando la primer foto juntos que guardabas debajo de la almohada, rota en dos por un arranque de coraje, y una cinta uniéndola con un aire de nostalgia. Maldices haberle conocido, maldices cada momento juntos, cada sentimiento, cada mirada y cada mínima cosa que forma parte de su historia, los maldices pero sabes que en el fondo nunca vas a dejar de amar cada pequeño detalle. Es una guerra entre tu mente y tu corazón, un día le odias, un día le extrañas y al otro le amas, parece ser un ciclo sin fin, ¿no? ¿Y qué ha sido de él? ¿Cómo estará? ¿Con quien estará? ¿Te habrá olvidado ya? ¿Será feliz? ¿Te recordara cada segundo como tú lo has echo desde aquel día que se fue? Una y mil preguntas rondan por tu cabeza a cada momento, preguntas que no puedes responder, ni siquiera eres capaz de hablarle porque sabes que cualquier mínimo contacto te hará caer de nuevo. Pasa un año y su recuerdo sigue ahí, contigo, tus amigos saben tu dolor, tú sabes tu dolor y te niegas a seguir adelante, “le voy a esperar, algún día va a volver” te repites una y otra vez, te lo has repetido por tanto tiempo que ya te resulta difícil creerlo, pero algo adentro de ti te pide no darte por vencida. Se han ido muchas oportunidades, muchos chicos lindos que te ofrecen todas las cosas que cualquier chica de tu edad se moriría por tener, pero ellos no son él, nadie es él. ¿Cómo harás para seguir adelante si en cada oportunidad que tienes buscas algo de él? Te niegas a escribir una nueva historia por esperar un “continuará” que tal vez nunca llegue. Pasa el tiempo y has crecido, has querido de nuevo pero sabes que nunca vas a amar a alguien como lo amaste a él, has logrado ser feliz pero cada fecha importante te recuerda a él, te preguntas como hubiera sido si siguieseis juntos, cuantos aniversarios habríais cumplido, cada detalle sigue en tu mente. No le has olvidado, simplemente has aprendido a vivir sin él. Pero un día, un día normal mientras caminas, volteas al frente y ahí está, después de tanto tiempo sin verle. Los dos habéis crecido, pero le reconocerías hasta a dos kilómetros de distancia, esa forma de caminar es inconfundible. Una revolución comienza dentro de ti, él se voltea, cruzáis miradas, y te das cuenta de que ninguno de tus esfuerzos por todo ese tiempo han válido la pena, porque estas temblando como la primera vez que le viste, toda su historia se resume en imágenes que pasan rápidamente por tu cabeza, y es ahí cuando sabes que nunca vas a poder olvidarle.
-Daniela Ramos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario