jueves, 23 de enero de 2014

Suicida.

Por mucho que duermo, no es suficiente, aún tengo ojeras y ganas de seguir durmiendo. "¿A qué se debe esto, joder?", me pregunto mientras me miro al espejo descontenta con lo que veo, como siempre. Igual este es un buen tema para hablar hoy con la psicóloga. Sí, así me dejará en paz y se enrollará ella sola con sus "diagnósticos" fallidos de lo que me pasa por la cabeza. Me visto y voy a la consulta de mi psicóloga, como cada lunes por la tarde, creo que es una tontería, pero mis padres se han empeñado en que vaya y no queda otra. En fin.
Hablo con la mujer y le comento lo que me ha pasado esta mañana, a ver que dice. La tengo sentada en frente, en una silla, tomando notas en su libreta. Siempre está tomando notas en su libreta. "Tienes un cansancio mental, estás cansada de la vida, aburrida de todo, así comienza el sentimiento suicida, con ganas de dormir para desaparecer de este planeta, pero a pesar de dormir mucho sigues cansado, ya que no descansas", me dice la zorra. Bueno, al menos eso es lo único que se me ha quedado en la cabeza. ¿Qué sabrá ella de mi vida? ¿Qué sabrán mis padres de mi vida? Nadie sabe nada de mí, sólo yo. ¿Sentimiento suicida? ¿Pero qué se ha creído? No tiene ni idea.
Llego a casa y voy al baño a lavarme la cara, hoy sí que me ha puesto de mala hostia. Yo no quiero suicidarme. O, al menos, eso creo. Me miro al espejo y me doy asco. Hay una cuchilla de la maquinilla de afeitar de mi padre en el lavabo. Igual si... No, no, no puedo hacer que esa estúpida tenga razón. Pero quizás así me sienta mejor. Me miro al espejo, pero esta vez con rabia. Cojo la cuchilla y.

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