Eres lo mismo que fueron las matemáticas durante toda mi trayectoria académica. Te odio, pero te repetiría incansablemente porque en realidad no me queda más opción. A final de curso te encuentro la gracia y hasta me apetece recuperarte en septiembre. No te entiendo y sé que nunca te entenderé, pero también sé que eso es lo de menos porque sólo debo seguir creyendo que uno más uno son dos y que el orden de los factores no altera el producto. Da igual cuánto me mueva y si al final me pongo encima o debajo, siempre resultaras un plan fallido, el más que resta, la excepción de toda regla.
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